Sandra Díaz: “Las universidades públicas son el motor de la actividad científica e intelectual del país”
En el marco de las celebraciones por los 410 años de la UNC, la prestigiosa bióloga argentina se refiere a la misión de la universidad y a los cambios en la enseñanza desde sus primeros pasos académicos. Mañana recibirá el doctorado Honoris Causa junto al destacado investigador Marcelo Cabido.
Sandra Díaz se recibió de bióloga en la UNC en 1984, hace casi 40 años. Luego se doctoró en Ciencias Biológicas en la misma universidad y desde entonces se convirtió en una referente mundial en ecología vegetal y biodiversidad.
La también investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y profesora del Departamento de Diversidad Biológica y Ecología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, coordina además DiverSus, una red internacional de investigadores en biodiversidad, ecosistemas y sustentabilidad.
En abril de 2023 obtuvo la medalla de la Sociedad Linneana de Londres, la organización de historia natural más antigua del mundo.
Y este 22 de junio recibirá en la UNC el doctorado honoris causa, otro galardón que se suma a su extensa trayectoria, junto a otro destacado investigador Marcelo Cabido.
Este hecho tiene lugar en el marco de la celebración por los 410 años de la Casa de Trejo, que se llevará a cabo con múltiples acciones durante 2023.
En ese contexto, Díaz se refirió al rol de la universidad y a los desafíos que enfrenta.
-A propósito de los 410 años de la UNC, ¿cuál cree que es y cuál debiera ser la misión y la incidencia de la universidad pública en los desafíos globales? En la cuestión ambiental, por ejemplo.
-Creo que nadie que haga un estudio honesto de la historia y de la situación actual de Argentina puede negar que las universidades públicas, en simbiosis con el Conicet, son el corazón, el motor impulsor de la actividad científica e intelectual del país. Eso vale para todas las áreas del conocimiento, pero muy especialmente para aquellas áreas que, más que con la transferencia inmediata hacia aplicaciones comerciales, están relacionadas con los llamados bienes ambientales comunes. Las crisis mundiales de hoy, del clima, de la naturaleza y de crecientes desigualdades sociales son ejemplos de cuestiones que tienen los bienes ambientales comunes en su centro. Y sus posibles soluciones van a requerir esfuerzos formidables de todo el tejido social. Por eso, las universidades públicas tienen un papel esencial en enfrentarlas. Y aquí no me refiero sólo a la investigación primaria original, la generación de nuevo conocimiento, sino también a las otras funciones de la universidad: la educación y la comunicación con el resto de la sociedad.
-¿Cómo llevaría a cabo eso?
-En lo educativo formal, considero que los formidables desafíos actuales que involucran los bienes ambientales comunes deberían incorporarse a los planes de estudio de todas las carreras y todas las materias desde las cuales se pueda aportar, para aumentar la conciencia y el compromiso de quienes egresan, estén o no relacionados con las ciencias ambientales en su futura vida profesional. Y en lo que hace a comunicación y acciones conjuntas con el resto de la sociedad, la UNC tiene toda una historia de involucrarse en la vida social, a la que hay que seguir haciendo honor. En lo que hace a la defensa del patrimonio ecológico y ambiental común, tenemos algunas experiencias cercanas en el tiempo y el espacio. Por ejemplo, el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Conicet-UNC), al cual pertenezco y que acaba de cumplir 40 años, entre 2007 y 2009 se involucró muy activamente, junto con otras áreas de la UNC, en la defensa del espacio verde del ex Batallón 141 en el corazón de la ciudad. Más tarde participamos en las discusiones multisectoriales sobre la Ley de Bosques y, más recientemente, en la polémica en relación con la Autovía de Montaña, para citar sólo algunas iniciativas con el resto de la sociedad. En estas instancias, los resultados no siempre han sido los que quisiéramos, pero se ha acumulado toda una experiencia de interacción de la UNC con la comunidad de Córdoba, toda una gimnasia en aportar al resto de la sociedad información técnica certera y a la vez lista para ser comprendida y usada.
-¿Cómo ve, en ese sentido, la evolución de la enseñanza en la universidad, desde que usted empezó a estudiar hasta hoy? ¿Qué cambió?
-Creo que si algo ha cambiado desde que yo empezara mi carrera de grado y mi doctorado (ambos realizados totalmente dentro del ámbito de la UNC) es la perspectiva sobre la interdisciplinariedad. Durante mi carrera de grado tuve cursos que eran excelentes en cada disciplina, pero la interacción con otras áreas de conocimiento, o las relaciones de los patrones y procesos biológicos que estudiábamos con un contexto social, no estaban en el horizonte. Si en algo figuraba lo humano, era como fuerza destructora, homogénea y sin textura.
-¿Le resultó difícil al principio esa perspectiva?
-Hacer ciencia interdisciplinaria era muy difícil. Yo en realidad tenía la inclinación de hacer interdisciplina entre la ecología y las ciencias sociales desde el inicio mismo de mi carrera de posgrado. Pero era realmente complicado, había mucha incomprensión y los mecanismos institucionales, en cuanto a comisiones evaluadoras, revistas científicas y foros, sencillamente no estaban preparados. Era riesgoso como inicio de una carrera de investigación. Así que por un tiempo me concentré más en lo clásicamente disciplinario, la ecología vegetal, siempre manteniendo lo interdisciplinario “en la hornalla del fondo”. Hoy en día hago ambas cosas con mucho placer e interés. Pero más allá de mi trayectoria personal, creo que se ha avanzado muchísimo en comprender que los problemas y desafíos deben ser abordados simultáneamente desde diversas perspectivas. Y esto vale también para los desafíos ambientales globales que menciono más arriba, donde los abordajes inter y frecuentemente transdisciplinarios son imprescindibles. Creo que el próximo “paso evolutivo” en la enseñanza e investigación en la UNC tiene que ver con aprender a operar en estos contextos realmente interdisciplinarios, de los que hoy ya se habla un montón, pero que requieren un gran esfuerzo en la práctica.