El futuro de la ciudad y de nuestras prácticas educativas

Hugo Juri
Por Mariela Marchisio
Vicerrectora UNC

El desafío de pensar espacios, objetos y servicios educativos donde no solo cohabitemos, sino que nos co-construyamos, donde logremos reconectar e incluirnos, constituyen la meta a repensar nuestros procesos de enseñanza y las propuestas de los talleres de proyecto.

En esta acción interuniversitaria se pusieron a debate dos cuestiones: el futuro de nuestras ciudades y el futuro de las prácticas educativas.

La experiencia proyectual que se presenta, pretendió abrir interrogantes en relación con estos desafíos, arriesgar respuestas tentativas, seguramente refutables porque fue hecho con el espíritu de instalar debates y re preguntas. Las reflexiones sobre ¿qué ciudad? o ¿qué naturaleza? terminan siendo interrogantes que se co-implican. Las competencias que debemos garantizar en nuestras carreras exceden lo técnico, lo disciplinar y las certezas; para poder arriesgar respuestas que nos conduzcan a la meta de transformarnos en sujetos que podamos responder a las demandas y compromisos de este momento que estamos atravesando; justicia social, justicia climática son las respuestas que deben dar las competencias que garanticemos desde cada plan de estudios, esta experiencia pedagógico –didáctica, también.

Una de las científicas más destacadas de la Universidad Nacional de Córdoba, Sandra Díaz, definió en su conferencia a la naturaleza como el tapiz de la vida, las ciudades a lo largo de la historia fueron tejiendo espacios para la vida de los seres humanos, pero esos tapices sintéticos en los que se convirtieron ¿alcanzan para garantizar los equilibrios que el ecosistema planetario demanda?

Los tejidos urbanos de las ciudades de Santa Fe y Córdoba, a 450 años de su fundación, ¿están garantizando las relaciones de minimización de impactos que demandan los ecosistemas que la rodean? El taller de proyecto que se llevó a cabo se propuso hackear las técnicas urbanas que las lógicas dominantes instalan para pensar nuestras ciudades a 500 años. Se trabajó de manera interdisciplinar con la meta de dar respuestas alternativas al interrogante de cómo deben darse las relaciones infraestructurales y ecosistémicas para que aun desde operaciones sintéticas, los tejidos urbanos a 50 años sean tapices de la vida.

Nos enfrentamos a un modo de habitar/educar inalámbrico, a la disolución entre espacio y función. Una vez diseñado, el futuro ya no es “para siempre”, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente. Nos acostumbramos a vivir en diversos lugares, remotos, con diversas personas, como si viviéramos varias vidas.

Así, la respuesta a los desafíos de resolver los soportes educativos contemporáneos, relaciona o intenta instalar un modelo más asimilable a lo montable y desmontable, a lo no concluido, a lo reemplazable. Es mucho más difícil vivir en libertad que asumir el corsé de lo estructurado. ¿Cómo salir de esos espacios de confort que en nombre de las verdades instaladas en realidad nos instalan en espacios de encierro? A la pregunta del cómo, entonces la confrontamos al desafío de soltar las estructuras rígidas que, muchas veces, encorsetan bajo discursos de apertura, libertad, derechos e independencias.

Debemos educar para la toma de decisiones, para la elección en libertad, para la responsabilidad de lo que implica decidir con libertad, sin mandatos, sin estructuras que limiten esas decisiones. Así, el aniversario, el viaje, el intercambio, se afectaron mutuamente para darse la posibilidad de pensar nuestras ciudades futuras. Los invito a viajar por propuestas.